Lunes 30 de Mayo de 2011 00:00 Jacobo Solano Cerchiario
El propósito de la multinacional Cerrejón de desviar 26 km nuestro río Ranchería, que posee en su cauce una veta de 500 toneladas de carbón, es un atentado al pueblo guajiro y merece ser repudiado por las fuerzas vivas de la sociedad peninsular.
Este recurso hídrico, amenazado por el avance descontrolado de la minería, es muy importante, determina las actividades económicas de gran parte de la población y además, conforma el entorno cultural y turístico de la región.
Cambiar un cauce afecta aguas subterráneas y también la fauna y la flora, los cambios físicos y químicos que se generarán por el solo hecho de correr en un nuevo cauce; la migración de especies animales nativas; pero especialmente la potencial pérdida de volumen de agua en el río.
¿Dónde queda la responsabilidad ambiental de dicha empresa ante semejante despropósito?, que quieren matizar con el cuento que se generaran 5 mil nuevos empleos de los cuales el 61% serían para oriundos de La Guajira, pura paja, lo único que quieren es elevar su producción y seguir incrementando cifras millonarias, pues no tienen un plan definido de cierre y menos de relleno, son 7 huecos enormes de los cuales solamente uno ha sido medianamente intervenido, con toda seguridad después que finalice la bonanza carbonífera sólo quedará una huella tenebrosa que podrá verse desde el espacio.
Al parecer Cerrejón entró en la misma dinámica de Drummond en el Cesar que desvió el río Calenturitas y le importó un pito la comunidad. Pero el problema no es sólo dicha desviación, si no la contaminación y el impacto en las comunidades aledañas que no tienen otra opción, y los territorios en donde la trasnacional minera han puesto sus ojos para satisfacer su voracidad, sin importar el costo.
Además con el Estado actuando como secuaz, no sólo abandonando a la gente, sino poniéndose del lado de los intereses corporativos para atacar la población y de ñapa llevándose las regalías para Bogotá, donde están los Nule, los Moreno y compañía. Como me gustaría que el Presidente de Cerrejón se pasara unos días en Papayal en la casa de Peyo, el de Priscila, para que respirase el aire particulado que con el tiempo va afectando los pulmones.
No es ningún secreto que la minería a cielo abierto es la que más estragos causa al medio ambiente y por ende la que más atenta contra el ser humano. Cerrejón muestra una vez más ese desapego con la deprimida realidad guajira, después de 25 años de explotación desmedida, sigue igual de atrasada.
Para que apoyen un evento cultural cuesta Dios y su ayuda, además la fuerza laboral del departamento se limita a simples operarios. Es cierto que los políticos y funcionarios públicos se han robado las regalías y la falta de previsión gubernamental ha motivado este descalabro, pero también es cierto que a la empresa le ha faltado voluntad y vocación social, ha estado de espaldas a la comunidad.
Colombia necesita una política minera que recupere el control de sus recursos naturales. En donde la nación garantice el respeto por los derechos humanos, laborales y ambientales. Que obligue al capital privado a pagar regalías justas e impuestos que realmente le generen beneficios a la economía y que les exija compensar los daños que provoca.
Me pregunto en voz alta ¿Dónde están los dirigentes políticos guajiros?, que se pronuncien, que hagan algo.
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