Doctor Uribe: lléveme al Senado
Por Daniel Samper OspinaVer más artículos de este autor
OPINIÓNSé que no tengo parientes privados de la libertad, que es un poco el perfil que están buscando.
Foto: Guillermo Torres
Apreciado señor expresidente,
Recurro a usted desesperado porque me quedé sin espacios para hacer política. Durante la pasada crisis ministerial tenía la ilusión de que, en cabeza mía, los calvos tuviéramos una representación en el gabinete; al menos de que mi nombre
sonara para alguna cartera, cualquiera, como cuota de mi tío Ernesto, a quien ahora tratan como si fuera una llanta vieja: algunos dicen que se reencauchó, pero me parece que lo están inflando. Pobre.
Sin embargo, el gobierno dejó de lado a los calvos, con lo cual muchos estamos pensando en entrar en paro: aun el fiscal general. Y, según lo anunció el presidente con bombos y platillos, las únicas minorías que tuvieron representación ministerial fueron los llamados afrosamperistas: un par de personalidades muy meritorias, porque son doblemente minoría.
El hecho es que me quedé sin una tribuna desde la cual servir al país, y quisiera saber si allá, en el Puro Centro, pueden considerar mi nombre para acompañarlo en su lista.
Yo sé que la renovación liberal está en manos del hijo de Gaviria, el hijo de Serpa, la hija de Angelino (y el hijo de Lindbergh). También que la revolución conservadora quedará en cabeza –si es que así se puede llamar– del hijo de Pastrana: aquel muchacho al que su papá quiere como a un hijo bobo.
Pero seamos sinceros: la verdadera renovación de la política está en los sobrinos de los expresidentes, no en sus hijos. Y sé que puedo dar lo mejor de mí desde la nómina oficial: me siento capaz de beber y manejar al mismo tiempo; pedir pasajes en primera clase para no viajar como un zarrapastroso; exigir auxilios para la gasolina de las camionetas que me asignen. E incluso firmar reformas constitucionales sin haberlas leído.
Entiendo que la suya será una lista cerrada, que requiere votar en bloque (en bloque Centauros, por ejemplo). E imagino que el criterio básico para elegir a sus integrantes fue que aún no estuvieran presos. De lo contrario, estaríamos frente a la soñada e imbatible lista de los buenos muchachos, integrada por Jorge Noguera, Lucerito Cortés, el general Santoyo, Ernesto Yamhure, María del Pilar Hurtado y Rito Alejo del Río, entre muchos otros.
Pero, como sea, me ofrezco para ocupar el renglón que tengan a bien asignarme con miras a fraguar, desde el Congreso, una retoma definitiva del poder que le devuelva por siempre la Presidencia, padre mío: propósito especialmente necesario ahora, cuando se cierne sobre el uribismo una venganza criminal por culpa de la cual aplazaron la libertad de alias Popeye e impidieron su ingreso en el listado.
No se saldrán con la suya. Nosotros, las personas de bien, sabemos que usted es una persona honorable, como lo dejó en claro en su manifiesto ¿Por qué soy paramilitar?, que llevarán a cine con los mismos actores de Tres Caínes. Y por eso no veo la hora de defender sus tesis, incluso la tesis de su hijo en la Universidad de los Andes, y trabajar de la mano de mi maestro José Obdulio en la elaboración de un gran Narco Jurídico para la Paz, entre otras iniciativas patrióticas. Imagino que aparezco retratado con él en el cartel que la campaña pegará por toda la ciudad, y me emociono: lo visualizo enorme, como el de su primo.
Sé que no tengo parientes privados de la libertad, que es un poco el perfil de candidatos que ustedes están buscando. También reconozco que no me he preparado para ocupar un escaño en el Senado. Pero no seamos tan dramáticos: no se trata de marcar una punta en el Santa Fe o algún asunto en verdad exigente. Se trata, simplemente, de trabajar en el Estado. Y eso lo puede hacer hasta Julio César Guerra Tulena, quien ejerce de gobernador pese a que, como se dice coloquialmente, lo visitó ‘el alemán’. (En eso se parece al doctor Jorge Alfredo Ramos).
Con los candidatos que hoy integran la plancha, sacaremos, como mínimo, unos 12 senadores: mártires de la democracia que serán conocidos como la bancada de los 12 apóstoles. Pero si queremos sostener el tercio del Congreso de las épocas doradas, urge convocar a personalidades que de verdad sientan fervor uribista: no digo a alias La gata, ni alias Popeye, ni Andrés Felipe ‘Alias’, porque a estas alturas es imposible.
Pero a la vinculación de la esposa de José Félix Lafourie, o de la esposa de Rodrigo Noguera, o de la esposa del coronel Plazas, agreguemos a la moza del Bolillo Gómez, por ejemplo. Y convoquemos personajes que compartan su mismo espíritu pacificador: Eduardo Pimentel, que podría liderar la comisión de asuntos laborales –y ser ministro de Trabajo después de la retoma–; al señor Manotas, a quien veo en la comisión segunda, encargada de la relación con nuestros vecinos. O aun al hermano de Valencia Cossio, quien trabajaría con esmero en su propia comisión.
Súmeme a todos ellos, mi doctor, que su lista está llena de familiares de políticos y de periodistas que se creen dueños de la verdad, y yo cumplo con ambas características. Permítame, siquiera, ser suplente, para que al final me den alguna palomita importante: es decir, cualquiera, menos Paloma Valencia. Y déjeme acompañarlo, dios padre, en su empeño por transformar esta republiqueta que cría caudillos adictos al poder.
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