YAMILE ARANGO
Un día después de celebrar el día de la mujer y de ver tantas historias como la mía, les quiero dejar esta reflexión.
¿Y de qué sirve denunciar el maltrato contra la mujer?
Antes de vivir la situación que viví compartía en redes sociales todos esos mensajes feministas que invitan a las mujeres a denunciar el maltrato, aquellos que envalentonan a las víctimas a dar su cara llena de golpes, o peor aún, aquellos que invitan a denunciar hasta el maltrato psicológico. Hoy digo “que absurdo”.
¿Saben ustedes qué pasa con esas denuncias?, pues aquí les cuento mi experiencia, esa misma por la que uno jamás espera pasar, esas situaciones que uno ve tan ajenas, tan de otras personas. Espero no se duerman y si sienten sueño salten a los últimos párrafos.
El pasado 4 de enero decidí acabar con una relación sentimental, que duró más de dos años, porque sencillamente creía que ya no tenía sentido, y sí, lo reconozco, porque presentía gracias a sus actitudes que en algún momento me iba a pasar lo que me pasó.
El domingo 31 de enero, luego de muchos intercambios de chat con este personaje pidiéndole que por favor respetara mi decisión, luego de pedirle que sacara sus cosas de mi apartamento cuando yo no estuviera ahí, y un sin número de súplicas de su parte para que volviéramos, llegó el momento que más temía que pasara, pero que al mismo tiempo jamás pensé vivir.
Yo preferí viajar a Ibagué a visitar a mi familia el viernes en la noche para que él pudiera sacar sus cosas de mi casa sin tener que vernos. Disfruté como nunca a mis padres y a mi sobrino, no estaba con ellos a solas desde hace mucho tiempo y sentí como si fuera un reencuentro espiritual, incluso le conté a mi mamá ciertas actitudes que me asustaban del personaje aquél que me llevaron a terminar la relación.
El domingo regresé a Bogotá, encontré mi ropa interior desordenada, por lo que le escribí a mi ex reclamándole y pidiéndole que por favor respetara mis cosas cuando sacara las suyas. Obviamente supo que ya estaba de regreso en el apartamento y me dijo que ya estaba viajando a Fusagasugá, donde trabajaba.
Yo le creí, estaba tranquila, desempacaba mi maleta mientras hablaba con mi mamá por celular, eran las 8:15 de la noche, cuando siento que están abriendo la puerta. No sé si llamarlo instinto, o simplemente sabía bien con la persona que me había metido, pero empecé a gritar que no entrara, sin embargo ahí empezó esta película de terror.
Entró a la fuerza y me encerró con un candado, la llamada con mi mamá aún estaba activa, yo gritaba que no me fuera a hacer daño porque mis papás ya sabían la clase de persona que era él y llamarían a la Policía, fue entonces cuando empezó a golpearme y yo gritaba “no me mate, por favor no me mate”, mi mamá escuchando todo, pero en verdad ella ni sabía qué decirle a la Policía porque ni mi dirección tenía.
Mi celular quedó convertido en un simple cadáver luego de que él lo botó con toda su fuerza contra el piso, hasta ahí mi familia supo de mi, hasta dos horas después, las peores dos horas de mi vida, 120 minutos en los que recibí puños, patadas, mechoneadas contra el suelo y amenazas con un revólver.
“Solo” fueron dos horas porque logré encerrarme en el baño y gritar pidiendo auxilio por una ventana que da a los otros apartamentos, él tumbó la puerta del baño, me pegó contra el lavamanos, me sacó del pelo y me apuntó con el arma, yo alcancé a pronunciar esta frase “Dios, en tus manos encomiendo mi espíritu”, sin embargo con una gota de esperanza, a punto de desmayar, botando sangre por la nariz y la boca, parecía una regadera de sangre, le pedía que me llevara a la clínica, que no lo denunciaría. Yo en verdad pensaba que al abrir la puerta saldría corriendo como loca a pedir ayuda, y por supuesto, lo denunciaría.
Por fin llegó la Policía, él me limpió la cara y me dijo que me asomara por la ventana y dijera que todo está bien, se para al lado mío, pero sin que la Policía lo pudiera ver, apuntándome con el arma. Yo me asomé y le hice caso, pero segundo seguido les pido que me saquen de ahí. Él se asoma y les dispara, por supuesto ellos reaccionaron y le iban a responder con un disparo. El sujeto este me coge a la fuerza y me usa como escudo para que me mataran, pues definitivamente no era mi día, otro Policía alcanzó a coger la mano del que iba a disparar y literalmente me salvó la vida.
Por fin la Policía logra entrar al apartamento, como a las 10:30 pm, lo sacan a él esposado y a mí abrazada. Pues en verdad creí que toda mi pesadilla había terminado ahí, ahora creo que fue solo el inicio.
Empezó el viacrucis, nos llevaban en la misma patrulla y la primera parada fue en el CAI más cercano. El tipo este seguía enfurecido amenazándome de muerte, diciendo que yo tenía que estar con él o sencillamente muerta. Era ya media noche y seguía en el CAI botando sangre por nariz y boca, esperando que me llevaran a una clínica o que me solucionaran algo.
A la 1:00 de la mañana nos llevaron a la URI y a Medicina Legal, yo esperaba que en este último punto me dieran al menos un calmante para el dolor, aunque les confieso algo, la nariz, que quedó fracturada en varias partes y la boca reventada, era lo que menos me dolía, el dolor estaba en el pecho, en la respiración, al ver que ese hombre por quien di tanto, a quien amaba como a nadie, me había acabado la vida en un segundo.
Los vigilantes ni siquiera me prestaban el baño y me trataban con desprecio, como si yo fuera una asesina, yo solo escuchaba que decían “algo tuvo que haber hecho para que la dejaran así”.
La médica me hace desnudar y me pregunta que si estoy bajo efectos del alcohol o de drogas, solo pude responder “NO, solo estoy bajo los efectos de dos horas de golpes”.
Mi papá logró por fin llegar a Bogotá, lo dejan en la puerta de la URI aguantando el inclemente frío de esta ciudad a la madrugada. Por fin a las 5:00 de la mañana me dejan salir, sin ningún acompañamiento, tan solo me dicen “ya se puede ir, busque un médico para que la atienda”.
Me encuentro con mi papá, no pude ni llorar, aún no reaccionaba, fuimos a la EPS en donde hasta las 9:00 am recibí atención, me dicen que voy a quedar con la “nariz más torcida de lo que la tenía” pero que la EPS no cubre esas cirugías porque son estéticas. Le digo al otorrino, que por suerte también es cirujano, que me opere cuanto antes así yo tuviera que pagarla, lo que fuera con tal de no tener que verme todos los días desfigurada frente al espejo. Me programó cirugía para el día siguiente.
Salí de la EPS para la Fiscalía de nuevo a preguntar qué iba a pasar con “mi querido ex” (prometí no llenarme de odio con malas palabras). Gracias a Dios iba acompañada de mi gran amiga, quien por fortuna es abogada feminista a morir y me defendió como nadie, sin embargo, de nada sirvió.
Acá viene lo realmente importante y cruel, para quienes no se han dormido leyendo mi tragedia, sepan qué pasa cuando una mujer es agredida. El delito “maltrato contra la mujer” o algo parecido, NO EXISTE. Entonces mi amiga empezó a buscar qué delito podría darle el castigo merecido.
Dijo que era secuestro porque me había encerrado, pero no fue considerado así. También dijo que era intento de homicidio porque me apuntó con el arma, pero dijeron que no porque no había afectado ningún órgano vital (es decir que ese delito solo aplicaba si hubiera quedado ‘medio muerta’), dijo que era violencia intrafamiliar porque era mi pareja, pero dijeron que no porque no vivíamos juntos los siete días de la semana, solo los fines de semana. Conclusión: lo judicializaron por lesiones personales, delito que solo da 36 horas de cárcel, pero en verdad él salió a las 34 horas.
Si, salió tranquilo y mirándome a los ojos, con la frente muy en alto, como si hubiera sido un hecho justo y merecido. A mí solo me dieron una medida de protección, esto suena muy bonito, ustedes me imaginarán en un carro blindado o con un Policía al lado, pues no, es solo un papel que dice que si él se acerca puedo llamar a la Policía, ¿y si no alcanzo a llamarla qué? ¿Los espero en mi funeral?.
Ha pasado un mes y unos pocos días, y no puedo ser desagradecida, su papá ha sido quien ha estado ahí siempre, me pagó la cirugía y algunos gastos médicos. Sin embargo esto no es suficiente. Yo tuve que cambiar de apartamento, un día después de la cirugía, con mi cara vuelta nada, salí a buscar a donde vivir, como si yo fuera la delincuente, como si estuviera huyendo, y si, buscaba huir de esas paredes llenas de sangre que me recordaban cada escena, huir del miedo a que llegara de nuevo a cumplir con su promesa de matarme.
Estuve 16 días incapacitada y fuera de mi trabajo, pero realmente de reposo no tuve nada, cada día transcurría en las calles de Bogotá recorriendo la Fiscalía, Medicina Legal y la EPS, aún sigo haciendo este recorrido una vez por semana.
El castigo se limita a ser económico. En mi caso en particular, para algunos, la suma que me debe dar es considerada alta, porque la Fiscalía se basa en los ingresos de la víctima, pero realmente a mí y creo que a nadie, le alcanza para cubrir todo lo que se tiene que gastar. Es decir que una mujer que gana un mínimo recibe dinero proporcional a eso dependiendo de los días de incapacidad que determina Medicina Legal.
¿Cuánto se gasta alguien en recorrer Bogotá en un proceso judicial y en todo lo que implica cambiar de vida? ¡Y eso!, porque alguien que no cuente con los recursos, sencillamente debe seguir sometida a vivir donde le toque invadida de miedo.
Esta es la hora y ni un psicólogo me ha visto, lo más cercano a una charla psicológica fue la que me dio una abogada de la Defensoría quien me dijo que casualmente había hablado con él mientras estaba detenido, que se notaba que me amaba y que yo debería perdonarlo, ¿les parece justo?.
Con toda esta historia de Corín Tellado solo les puedo dejar estas reflexiones:
1. A las mujeres: huyan en cuanto vean una actitud de violencia de su pareja, por amor nadie cambia y si la aman no la golpean.
2. No esperen a que sea peor el daño, las autoridades aún no pueden actuar como debe ser porque la violencia contra la mujer NO es un delito.
3. Al Gobierno y al Congreso: dejen de hacer campañas de prevención contra el maltrato, eso solo es populismo, dejen de invitar a denunciar si aún no tienen cómo defender. Primero legislen para castigar este delito y luego si hagan campañas.
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