SÍ, URIBISTAS, LOS LLAMÉ BRUTOS
Adriana Arjona, publicista Magister
Junio 28, 2018
El 17 de junio, tras las elecciones presidenciales, escribí en mi muro de Facebook lo siguiente:
“Qué país taaaaaaaaaaaan bruto! Elige una vez más a los criminales que nos han robado, asesinado, desplazado, censurado, mentido y desaparecido por tantos años. No pasará nada diferente. Einstein lo dijo: es de estúpidos pensar en resultados diferentes eligiendo siempre a los mismos (aquí puse tres emoticones de los que vomitan una cosa verde). Este país se merece su destino miserable”.
Inmediatamente empecé a recibir mensajes que me pedían dejar el odio. Me sorprendió ver que en los muros de amigos abiertamente antiuribistas, como yo, se repetía como en planas de niño de Transición el mismo mensaje: deja el odio, deja el odio, deja el odio. La sorpresa fue creciendo cuando empecé a ver que en los tuits de personas abiertamente uribistas, así como en los noticieros que le besan los pies, se repetía la palabra “odio” para referirse al derecho a la oposición que ejercemos los que no comulgamos con El Innombrable.
Uno de los que escribió en mi muro, de esos “amigos” de Facebook a los que uno jamás le ha visto la cara en persona, me aseguraba que ahora tendremos “4 años para seguir construyendo sobre el país que nos devolvió Alvaro Uribe”; otro habló de Duque como un muchacho que podía llevar a las generaciones futuras a mirar el futuro (no me culpen por la redundancia) con optimismo y sin violencia; una familiar lejana aseguró estar sorprendida no por mi inclinación política sino por mi postura de odio siendo que soy profesora de yoga y agregó: “Llegué a pensar que albergabas sentimientos mucho más puros y mayor sabiduría espiritual”; y otro, uno en verdad indignante, fue el comentario de un troglodita machista que me escribió: “tranquila, mañana se te pasa la rabieta”.
¡Vaya sorpresa! ¿Ahora resulta que pensar y decir diferente es odio, rabieta de mujer o falta de sabiduría espiritual? Pues les informo: disentir y expresar la diferencia no tiene nada que ver con el odio. Tengo una posición frente a Uribe que está basada en pruebas de las más de 276 investigaciones que tiene en curso en la Comisión de Acusación del Congreso. Para no irme más atrás tomo como referencia la nota de Vanguardia.com del 9 de noviembre de 2013, que desde entonces lo señalaba con claridad: “Del total de 1.227 procesos que reposan en la Comisión, única instancia que puede investigar a altos funcionarios y exfuncionarios, como Presidente, magistrados de las altas cortes y el Fiscal General, la mayor parte son en contra de Uribe, con 276”. Investigaciones que van desde celebración indebida de contratos hasta violaciones al derecho internacional humanitario.
El nombre de Uribe aparece en las masacres de La Granja y El Aro, la Yidispolítica, las chuzadas del DAS, y la injuria y calumnia a respetados periodistas que han tenido que salir corriendo del país para que sus voces no sean apagadas a tiros. El dueño de Medellín, así lo bautizó Popeye en una polémica entrevista (disponible en https://www.youtube.com/watch?v=XsQliSpCbUM), fue quien le otorgó las licencias de aterrizaje a Pablo Escobar siendo Director de la Aerocivil; conformó grupos paramilitares en calidad de Gobernador de Antioquia; y cuando fue Presidente de la República, es decir Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Colombia, se llevaron a cabo los falsos positivos, como se le denominó a la ejecución extrajudicial de más de 3.000 muchachos que después disfrazaron de guerrilleros y presentaron como rebeldes muertos en combate para inflar las cifras de efectividad contra le guerrilla. Según Uribe, esos muchachos “no estarían recogiendo café”, vil comentario del que tuvo que retractarse, echándole la culpa a otro por haberlo informado mal.
¡Ay, la bella Seguridad Democrática! ¿Será que a todo esto se refería el amiguito que mencionó en mi muro de Facebook “el país que nos devolvió Alvaro Uribe”?
Con este señor detrás, lo que menos me produce la elección de Duque es esperanza. Duque –a quien he rebautizado Dique, pues fue construido para detener las aguas sucias que enlodan a Uribe– significa que todos estos crímenes van a traspapelarse, se vencerán los términos, y seguirán apareciendo asesinados todos los testigos clave de las investigaciones en su contra, como ha sucedido con nueve de los doce testigos del caso Los Apóstoles. A todos los matan “por líos de faldas”, aseguran algunos medios, con lo cual queda evidenciado que en Colombia hay mucho hombre necio que se mete con la mujer del prójimo, ¿no?
Pues, queridos Uribistas: sí, los llamé brutos. Lo dije y lo sostengo. Y no usé ni uso esa palabra a manera de insulto ni como una manifestación de odio. Uso el adjetivo “bruto” para describir a un país que, como lo dice Chomsky, no cree en las evidencias.
No le temo a las palabras. Bruto, del latín brutus, significa necio, torpe, incapaz, o carente de civilidad. Considero que esa palabra es la que mejor describe a un país que votó por “el que diga Uribe”.
Llamé brutos a los que votaron por que Colombia no se convirtiera en una segunda Venezuela, como si eso fuera posible con todo un Congreso en contra. Llamé brutos a los que se dejaron meter el cuento del Castrochavismo y lo repiten como loras mojadas sin siquiera haber leído el programa de su candidato ni el de su contrincante. Llamé brutos a los que aseguran que hay que darle una oportunidad a la “nueva generación”, la misma que se rodea de los corruptos y lagartos de siempre: Pastrana, un pusilánime que hace unos años denunciaba a Uribe por paramilitarismo y ahora sale a su lado, abrazadito y sonriendo, como si fueran mejores amigos que tuvieron una peleíta, pero ya hicieron las paces; Gaviria, que se arrima a la orilla que más le convenga al próximo puesto de su hijo Simón; Ordoñez, esa lumbrera que, siendo candidato presidencial en 2017, aseguró en entrevista con Yolanda Ruíz de RCN Radio que volvería a quemar libros, como lo hizo en Bucaramanga en 1978, pues lo considera “un acto pedagógico”; Vivian Morales, que quiere volver a poner la Biblia por encima de la Constitución; María Fernanda Cabal (¿cabal?), quien además de creer que la Unión Soviética todavía existe, pagó a $200.000 pesos el voto para ser elegida como congresista. ¿Sigo nombrando a los integrantes de la “nueva generación”?
No hemos superado la Patria Boba. En realidad, echamos para atrás: involucionamos a la Patria Bruta. Bruta en sus dos primeras acepciones: torpe-necia-incapaz, y también salvaje. Porque es de incapaces votar por alguien que habla de Uribe como “nuestro Presidente eterno”. Es de torpes elegir a alguien que propone la minería y el fracking como una de las principales metas económicas aunque esto signifique exterminar nuestros recursos naturales. Es de necios votar por alguien que no respeta los derechos de los homosexuales (sí, considero brutos a los que creen que el homosexualismo es un pecado y que si un niño es adoptado por una pareja gay entonces se volverá homosexual). Y lo que más bruto –salvaje– me parece es que un país que lleva desangrándose por más de sesenta años quiera echar para atrás un acuerdo de paz que el mundo entero aplaude, y cuya Justicia Especial de Paz, JEP, pide a gritos ser aprobada incluso por el Comandante actual de las Fuerzas Armadas de Colombia, General José Alberto Mejía.
Uribistas: ¿No les parece maravilloso que la cifra de soldados heridos haya bajado un 97% desde que se firmó el acuerdo de paz? ¿No es un sueño que Ejército y excombatientes de las FARC trabajen conjuntamente para desminar el país? ¿No es esperanzador que muchos exguerrilleros se estén graduando como técnicos agropecuarios y vuelvan al campo con semillas en lugar de armas? ¿No es sano -y casi inverosímil- que tantos involucrados en el conflicto estén dispuestos a contar toda la verdad? ¿No les parece justo y necesario que se repare a las víctimas? ¿No? Si la respuesta es “la paz sí, pero no así” insisto: llamarlos brutos no es un insulto, es una mera descripción.
Además, en los últimos días me (nos) siguen llenando de razones. ¡Los uribistas se esmeran! Parece un concurso de a quién se le esfuma la capacidad de discernimiento más rápido. Ahora quieren convencer a la gente de que la Consulta Anticorrupción es una amenaza Castrochavista, la misma falacia utilizada para desinformar en las elecciones de 2014, en el plesbiscito por la paz, en las elecciones legislativas y, por supuesto, en las Presidenciales de 2018. Y como la cereza sobre el helado de la ignorancia todos replican la falsa noticia de que esta consulta va a enriquecer de manera inimaginable a las congresistas Claudia López y Angélica Lozano. ¿En serio? ¿Se tragan todo así, enterito? ¿Lo que diga Uribe? ¿Hasta cuándo?
Los llamé y los llamo brutos. Lo digo como publicista, como escritora, como guionista y como profesora de yoga. Sobre todo como profesora de yoga. Porque practicar o enseñar esta filosofía no me impide tener posiciones políticas ni mucho menos expresarlas o ejercer mi derecho constitucional a hacer oposición. No he encontrado este tipo de restricción en ningún texto yóguico que haya pasado por mis manos. Si así fuera, Gandhi -yogui por excelencia- no hubiera podido emprender las valientes batallas que lo llevaron a ganar la pacífica guerra para liberar a la India del yugo inglés. “Si un pueblo tiene gobernantes estúpidos es porque quienes lo eligieron están bien representados”, dijo Gandhi. Aplica para Colombia y para tantos otros países que están eligiendo payasos para dirigir sus destinos. Trump. Maduro. Duterte.
Lo que expresé el 17 de junio no es falta de sabiduría espiritual, querida familiar, ni mucho menos una rabieta que se me vaya a pasar mañana, querido troglodita y machista. Rechazar los actos de un hombre que siembra el terror y la impunidad es decente y digno; ir en pro del acuerdo de paz es incuestionable; y tener la esperanza de un verdadero cambio en las bases de este país es algo que no “se pasa”. Al menos no a mí. Y no se me pasa porque Duque representa a Uribe, y me resulta imposible tener confianza en alguien que se siente orgulloso de tener de padrino a El Padrino.
Alguien, también en Facebook, me sugirió “pasar la página”. Lo lamentable es que en Colombia siempre pasamos la página, pero hacia atrás.
El siguiente es el Currricum Vitae de la publicista Adriana Arjona:
Adriana Arjona (1972) es publicista, Magíster en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional y Especialista en Creación Narrativa de la Universidad Central. Ha trabajado como Directora Creativa por 24 años en diferentes agencias de publicidad. Ahora se dedica a la escritura de narrativa y guion, y cuenta con varios premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional. Combina el oficio de escribir con la práctica y enseñanza de yoga y pilates, disciplinas en las que se ha certificado con Yoga Union NY, Dharma y que Mittra Yoga Center, Hari-Om Yoga School y el Physicalmind Institute Latinoamérica.
Adriana Arjona, publicista Magister
Junio 28, 2018
El 17 de junio, tras las elecciones presidenciales, escribí en mi muro de Facebook lo siguiente:
“Qué país taaaaaaaaaaaan bruto! Elige una vez más a los criminales que nos han robado, asesinado, desplazado, censurado, mentido y desaparecido por tantos años. No pasará nada diferente. Einstein lo dijo: es de estúpidos pensar en resultados diferentes eligiendo siempre a los mismos (aquí puse tres emoticones de los que vomitan una cosa verde). Este país se merece su destino miserable”.
Inmediatamente empecé a recibir mensajes que me pedían dejar el odio. Me sorprendió ver que en los muros de amigos abiertamente antiuribistas, como yo, se repetía como en planas de niño de Transición el mismo mensaje: deja el odio, deja el odio, deja el odio. La sorpresa fue creciendo cuando empecé a ver que en los tuits de personas abiertamente uribistas, así como en los noticieros que le besan los pies, se repetía la palabra “odio” para referirse al derecho a la oposición que ejercemos los que no comulgamos con El Innombrable.
Uno de los que escribió en mi muro, de esos “amigos” de Facebook a los que uno jamás le ha visto la cara en persona, me aseguraba que ahora tendremos “4 años para seguir construyendo sobre el país que nos devolvió Alvaro Uribe”; otro habló de Duque como un muchacho que podía llevar a las generaciones futuras a mirar el futuro (no me culpen por la redundancia) con optimismo y sin violencia; una familiar lejana aseguró estar sorprendida no por mi inclinación política sino por mi postura de odio siendo que soy profesora de yoga y agregó: “Llegué a pensar que albergabas sentimientos mucho más puros y mayor sabiduría espiritual”; y otro, uno en verdad indignante, fue el comentario de un troglodita machista que me escribió: “tranquila, mañana se te pasa la rabieta”.
¡Vaya sorpresa! ¿Ahora resulta que pensar y decir diferente es odio, rabieta de mujer o falta de sabiduría espiritual? Pues les informo: disentir y expresar la diferencia no tiene nada que ver con el odio. Tengo una posición frente a Uribe que está basada en pruebas de las más de 276 investigaciones que tiene en curso en la Comisión de Acusación del Congreso. Para no irme más atrás tomo como referencia la nota de Vanguardia.com del 9 de noviembre de 2013, que desde entonces lo señalaba con claridad: “Del total de 1.227 procesos que reposan en la Comisión, única instancia que puede investigar a altos funcionarios y exfuncionarios, como Presidente, magistrados de las altas cortes y el Fiscal General, la mayor parte son en contra de Uribe, con 276”. Investigaciones que van desde celebración indebida de contratos hasta violaciones al derecho internacional humanitario.
El nombre de Uribe aparece en las masacres de La Granja y El Aro, la Yidispolítica, las chuzadas del DAS, y la injuria y calumnia a respetados periodistas que han tenido que salir corriendo del país para que sus voces no sean apagadas a tiros. El dueño de Medellín, así lo bautizó Popeye en una polémica entrevista (disponible en https://www.youtube.com/watch?v=XsQliSpCbUM), fue quien le otorgó las licencias de aterrizaje a Pablo Escobar siendo Director de la Aerocivil; conformó grupos paramilitares en calidad de Gobernador de Antioquia; y cuando fue Presidente de la República, es decir Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Colombia, se llevaron a cabo los falsos positivos, como se le denominó a la ejecución extrajudicial de más de 3.000 muchachos que después disfrazaron de guerrilleros y presentaron como rebeldes muertos en combate para inflar las cifras de efectividad contra le guerrilla. Según Uribe, esos muchachos “no estarían recogiendo café”, vil comentario del que tuvo que retractarse, echándole la culpa a otro por haberlo informado mal.
¡Ay, la bella Seguridad Democrática! ¿Será que a todo esto se refería el amiguito que mencionó en mi muro de Facebook “el país que nos devolvió Alvaro Uribe”?
Con este señor detrás, lo que menos me produce la elección de Duque es esperanza. Duque –a quien he rebautizado Dique, pues fue construido para detener las aguas sucias que enlodan a Uribe– significa que todos estos crímenes van a traspapelarse, se vencerán los términos, y seguirán apareciendo asesinados todos los testigos clave de las investigaciones en su contra, como ha sucedido con nueve de los doce testigos del caso Los Apóstoles. A todos los matan “por líos de faldas”, aseguran algunos medios, con lo cual queda evidenciado que en Colombia hay mucho hombre necio que se mete con la mujer del prójimo, ¿no?
Pues, queridos Uribistas: sí, los llamé brutos. Lo dije y lo sostengo. Y no usé ni uso esa palabra a manera de insulto ni como una manifestación de odio. Uso el adjetivo “bruto” para describir a un país que, como lo dice Chomsky, no cree en las evidencias.
No le temo a las palabras. Bruto, del latín brutus, significa necio, torpe, incapaz, o carente de civilidad. Considero que esa palabra es la que mejor describe a un país que votó por “el que diga Uribe”.
Llamé brutos a los que votaron por que Colombia no se convirtiera en una segunda Venezuela, como si eso fuera posible con todo un Congreso en contra. Llamé brutos a los que se dejaron meter el cuento del Castrochavismo y lo repiten como loras mojadas sin siquiera haber leído el programa de su candidato ni el de su contrincante. Llamé brutos a los que aseguran que hay que darle una oportunidad a la “nueva generación”, la misma que se rodea de los corruptos y lagartos de siempre: Pastrana, un pusilánime que hace unos años denunciaba a Uribe por paramilitarismo y ahora sale a su lado, abrazadito y sonriendo, como si fueran mejores amigos que tuvieron una peleíta, pero ya hicieron las paces; Gaviria, que se arrima a la orilla que más le convenga al próximo puesto de su hijo Simón; Ordoñez, esa lumbrera que, siendo candidato presidencial en 2017, aseguró en entrevista con Yolanda Ruíz de RCN Radio que volvería a quemar libros, como lo hizo en Bucaramanga en 1978, pues lo considera “un acto pedagógico”; Vivian Morales, que quiere volver a poner la Biblia por encima de la Constitución; María Fernanda Cabal (¿cabal?), quien además de creer que la Unión Soviética todavía existe, pagó a $200.000 pesos el voto para ser elegida como congresista. ¿Sigo nombrando a los integrantes de la “nueva generación”?
No hemos superado la Patria Boba. En realidad, echamos para atrás: involucionamos a la Patria Bruta. Bruta en sus dos primeras acepciones: torpe-necia-incapaz, y también salvaje. Porque es de incapaces votar por alguien que habla de Uribe como “nuestro Presidente eterno”. Es de torpes elegir a alguien que propone la minería y el fracking como una de las principales metas económicas aunque esto signifique exterminar nuestros recursos naturales. Es de necios votar por alguien que no respeta los derechos de los homosexuales (sí, considero brutos a los que creen que el homosexualismo es un pecado y que si un niño es adoptado por una pareja gay entonces se volverá homosexual). Y lo que más bruto –salvaje– me parece es que un país que lleva desangrándose por más de sesenta años quiera echar para atrás un acuerdo de paz que el mundo entero aplaude, y cuya Justicia Especial de Paz, JEP, pide a gritos ser aprobada incluso por el Comandante actual de las Fuerzas Armadas de Colombia, General José Alberto Mejía.
Uribistas: ¿No les parece maravilloso que la cifra de soldados heridos haya bajado un 97% desde que se firmó el acuerdo de paz? ¿No es un sueño que Ejército y excombatientes de las FARC trabajen conjuntamente para desminar el país? ¿No es esperanzador que muchos exguerrilleros se estén graduando como técnicos agropecuarios y vuelvan al campo con semillas en lugar de armas? ¿No es sano -y casi inverosímil- que tantos involucrados en el conflicto estén dispuestos a contar toda la verdad? ¿No les parece justo y necesario que se repare a las víctimas? ¿No? Si la respuesta es “la paz sí, pero no así” insisto: llamarlos brutos no es un insulto, es una mera descripción.
Además, en los últimos días me (nos) siguen llenando de razones. ¡Los uribistas se esmeran! Parece un concurso de a quién se le esfuma la capacidad de discernimiento más rápido. Ahora quieren convencer a la gente de que la Consulta Anticorrupción es una amenaza Castrochavista, la misma falacia utilizada para desinformar en las elecciones de 2014, en el plesbiscito por la paz, en las elecciones legislativas y, por supuesto, en las Presidenciales de 2018. Y como la cereza sobre el helado de la ignorancia todos replican la falsa noticia de que esta consulta va a enriquecer de manera inimaginable a las congresistas Claudia López y Angélica Lozano. ¿En serio? ¿Se tragan todo así, enterito? ¿Lo que diga Uribe? ¿Hasta cuándo?
Los llamé y los llamo brutos. Lo digo como publicista, como escritora, como guionista y como profesora de yoga. Sobre todo como profesora de yoga. Porque practicar o enseñar esta filosofía no me impide tener posiciones políticas ni mucho menos expresarlas o ejercer mi derecho constitucional a hacer oposición. No he encontrado este tipo de restricción en ningún texto yóguico que haya pasado por mis manos. Si así fuera, Gandhi -yogui por excelencia- no hubiera podido emprender las valientes batallas que lo llevaron a ganar la pacífica guerra para liberar a la India del yugo inglés. “Si un pueblo tiene gobernantes estúpidos es porque quienes lo eligieron están bien representados”, dijo Gandhi. Aplica para Colombia y para tantos otros países que están eligiendo payasos para dirigir sus destinos. Trump. Maduro. Duterte.
Lo que expresé el 17 de junio no es falta de sabiduría espiritual, querida familiar, ni mucho menos una rabieta que se me vaya a pasar mañana, querido troglodita y machista. Rechazar los actos de un hombre que siembra el terror y la impunidad es decente y digno; ir en pro del acuerdo de paz es incuestionable; y tener la esperanza de un verdadero cambio en las bases de este país es algo que no “se pasa”. Al menos no a mí. Y no se me pasa porque Duque representa a Uribe, y me resulta imposible tener confianza en alguien que se siente orgulloso de tener de padrino a El Padrino.
Alguien, también en Facebook, me sugirió “pasar la página”. Lo lamentable es que en Colombia siempre pasamos la página, pero hacia atrás.
El siguiente es el Currricum Vitae de la publicista Adriana Arjona:
Adriana Arjona (1972) es publicista, Magíster en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional y Especialista en Creación Narrativa de la Universidad Central. Ha trabajado como Directora Creativa por 24 años en diferentes agencias de publicidad. Ahora se dedica a la escritura de narrativa y guion, y cuenta con varios premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional. Combina el oficio de escribir con la práctica y enseñanza de yoga y pilates, disciplinas en las que se ha certificado con Yoga Union NY, Dharma y que Mittra Yoga Center, Hari-Om Yoga School y el Physicalmind Institute Latinoamérica.
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