lunes, 5 de marzo de 2012

LA GENERACIÓN DE LA ONDA VERDE

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En la fila del supermercado, el cajero le dijo a una señora mayor que
debería llevar su propia bolsa de compras, ya que las bolsas plásticas
no eran buenas para el medio ambiente.
La señora pidió disculpas y explicó:
-«Es que no había esta onda verde en mis tiempos».
El empleado le contestó:
-«Ese es el problema que ustedes nos han dejado. Su generación no tuvo
suficiente cuidado para preservar nuestro medio ambiente».
Él tenía razón: nuestra generación no tenía esa onda verde en esos tiempos.
En aquel entonces, las botellas de leche, las botellas de gaseosas y
las de cerveza se devolvían a la tienda. La tienda las enviaba de
nuevo a la planta para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas
de nuevo, de manera que podían usar las mismas botellas una y otra
vez. Así, realmente las reciclaban.
Pero no teníamos onda verde en nuestros tiempos.
Subíamos las gradas, porque no había escaleras mecánicas en cada
comercio y oficina. Caminábamos hasta el almacén, en lugar de montar
en nuestro vehículo de 300 caballos de fuerza cada vez que
necesitábamos recorrer dos cuadras.
Pero tenía razón. No teníamos la onda verde en nuestros días.
Por entonces, lavábamos los pañales de los bebés, porque no había
desechables. Secábamos la ropa en tendederos, no en esas máquinas
consumidoras de energía sacudiéndose a 220 voltios; la energía solar y
eólica secaba verdaderamente nuestra ropa.
Los chicos usaban la ropa de sus hermanos mayores, no siempre
modelitos nuevos y no quedaban traumatizados.
Pero esa señora está en lo cierto: no teníamos una onda verde en nuestros días.
En ese entonces teníamos un solo televisor, o un radio en la casa, que
reunía la familia a su alrededor y no un televisor en cada habitación
que la separa. Y la televisión tenía una pantallita del tamaño de un
pañuelo (¿se acuerdan?), no una pantallota del tamaño de un estadio.
En la cocina, molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas
eléctricas que lo hicieran todo por nosotros.
Nuestras golosinas eran los mangos, las naranjas y las bananas que se
cosechaban en la finca de la familia y no los snaks empacados en
funditas.
Cuando empacábamos algo frágil para enviarlo por correo, usábamos
periódicos arrugados para protegerlo, no poliuretano o bolitas plásticas.
Comprábamos el azúcar, sal y cereales empacados en papel de manila, no
en bolsas plásticas.
Consumíamos alimentos frescos, no preservados en latas desechables.
No encendíamos un motor y quemábamos gasolina solo para cortar la
grama. Usábamos una podadora que funcionaba con energía humana y de
paso nos ayudaba a estar en forma.
Hacíamos ejercicio trabajando, así que no necesitábamos ir a un
gimnasio para correr sobre pistas mecánicas que funcionan con
electricidad.
Nos divertíamos nadando en los ríos, corriendo en los campos,
escalando árboles, persiguiendo mariposas y coleccionando hojas,
piedras y cuanta cosa que apreciábamos de la creación. Porque nuestros
ojos son sensibles para apreciar la belleza.
Pero ella está en lo cierto: no había en esos tiempos una onda verde.
Bebíamos de una fuente cuando teníamos sed, en lugar de usar vasitos o
botellas plásticos cada vez que tenemos que tomar agua.
Recargábamos las plumas con tinta, en lugar de comprar lapiceros
desechables y cambiábamos las hojillas de afeitar en vez de echar a la
basura toda la afeitadora solo porque la hoja perdió su filo.
Pero no teníamos una onda verde por entonces.
En aquellos tiempos, la gente tomaba el tranvía u ómnibus, y los
chicos iban en sus bicicletas a la escuela o caminaban, en lugar de
usar a la mamá como un servicio de taxi de 24 horas.
Teníamos un enchufe en cada habitación, no un banco de enchufes
(extensiones) para alimentar una docena de artefactos. Y no
necesitábamos un aparato electrónico para recibir señales de satélites
a kilómetros de distancia en el espacio, para encontrar la pizzería
más próxima.
En casa éramos muchos; compartíamos habitación, vivíamos con reglas y
respeto. Aunque éramos muchos, había un solo teléfono, que timbraba
rara vez, solo se llamaba por cosas importantes. No como ahora que
cada cual anda con su BB hablando a cada momento tonterías y lo grave,
se cambia el modelo cada año, porque dime que celular tienes y te diré
quién eres.
El auto nunca se ponía viejo, ni se sabía el modelo, solo era nuestro
auto, el que cuidábamos y en el que nos metíamos todos para un viaje
familiar.
Así que, ¿no les parece lamentable que la actual generación esté
lamentándose cuán botarates éramos los viejos por no tener esta onda
verde en nuestros tiempos?
Ahora todo es desechable. Los matrimonios son desechables, la amistad
es desechable y lo más grave: Somos seres desechables que después de
los 40 no aplicamos para nada.
¡¡¡ Envíele esto a otra persona mayor, que piense que le hace falta
una lección sobre conservación....
Un abrazo
DE LA GENERACIÓN SIN ONDA VERDE

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