sábado, 18 de agosto de 2012

EL VIEJO REMEDIO POR WILLIAM OSPINA

chiapas

EL VIEJO REMEDIO  Por William Ospina.
Yo se que quieren que nos alegremos con la muerte de Pablo Escobar. Yo
sé que quieren que nos alegremos con la muerte del Mono Jojoy. Yo sé
que quieren que nos alegremos con la muerte de Marulanda. Y que nos
alegremos con la muerte de Desquite, de Sangrenegra, de Efraín
González.
Y no me alegro. No me alegra la muerte de nadie. Pienso que todos
esos monstruos no fueron más que víctimas de una sociedad injusta
hasta los tuétanos, una sociedad que fabrica monstruos a ritmo
industrial, y lo digo públicamente, que la verdadera causante de todos
estos monstruos es la vieja dirigencia colombiana, que ha sostenido
por siglos un modelo de sociedad clasista, racista, excluyente, donde
la ley "es para los de ruana", y donde todavía hoy la cuna sigue
decidiendo si alguien será sicario o presidente.
Tanto talento empresarial de ese señor Escobar, convertido en uno de
los hombres más ricos del mundo, y dedicado a gastar su fortuna en
vengarse de todos, en hacerles imposible la vida a los demás, en
desafiar al Estado, en matar policías como en cualquier película
norteamericana, en hacer volar aviones en el aire: tanta abyección no
se puede explicar con una mera teoría del mal: no en cualquier parte
un malvado se convierte en semejante monstruo.
Y tanto talento militar como el de ese señor Marulanda, que le dio
guerra a este país durante décadas y se murió en su cama de muerte
natural, o a lo sumo de desengaño, ante la imposibilidad de lograr
algo con su inútil violencia, pero que se dio el lujo triste de
mantener a un país en jaque medio siglo, y de obligar al Estado a
gastarse en bombas y en esfuerzos lo que no se quiso gastar en darles
a unos campesinos unos puentes que pedían y unas carreteras.
Yo sé que quieren hacernos creer que esos monstruos son los únicos
causantes del sufrimiento de esta nación durante medio siglo, pero yo
me atrevo a decir que no es así. Esos monstruos son hijos de una
manera de entender a Colombia, de una manera de administrarla, de una
manera de gobernarla, y millones de colombianos lo saben.
Por eso Colombia no encontró la paz con el exterminio de los
bandoleros de los años cincuenta. Por eso no encontró la paz con la
guerra incesante contra los guerrilleros de los años sesenta. Por eso
no encontró la paz tras la desmovilización del M-19. Por eso no
conseguimos la paz, como nos prometían, cuando Ledher fue capturado y
extraditado, y cuando Rodríguez Gacha fue abatido en los platanales
del Caribe y Pablo Escobar tiroteado en los tejados de Medellín, ni
cuando murieron Santacruz y Urdinola y Fulano y Zutano y todo el
cartel X y todo el cartel Y, y tampoco se hizo la paz cuando murió
Carlos Castaño sobre los miles de huesos de sus víctimas, ni cuando
extraditaron a Mancuso y a Don Berna y a Jorge 40, y a todos los otros.
Porque esos monstruos son como frutos que brotan y caen del árbol muy
bien abonado de la injusticia colombiana. Y por eso, aunque quieren
hacernos creer que serán estas y otras mil muertes las que le traerán
la felicidad a Colombia, los desórdenes nacidos de una dirigencia
irresponsable y apátrida, yo me atrevo a pensar que no será una eterna
lluvia de las balas matando colombianos degradados, sino un poco de
justicia y un poco de generosidad , lo que podrá por fin traerle paz y
esperanza a esa mitad de la población hundida en la pobreza, que es el
surco de donde brotan todos los guerrilleros y todos los paramilitares
y todos los delincuentes que en Colombia han sido, y todos los niños
sicarios que
se enfrentan con otros niños en los azarosos laberintos de las lomas
de Medellín, y que vagan al acecho en los arrabales de Cali y de
Pereira y de Bogotá.
Claro que las Farc matan y secuestran, trafican y extorsionan,
profanan y masacran día a día, y claro que el Estado tiene que
combatirlas, y es normal que se den de baja a los asesinos y a los
monstruos. Pero que no nos llamen al júbilo, que no nos pidan que nos
alegremos sin fin por cada colombiano extraviado y pervertido que cae
día tras día en la eterna cacería de los monstruos, ni que creamos que
esa vieja y reiterada solución es para Colombia la solución verdadera.
Porque si seguimos bajo este modelo mental, no alcanzarán los árboles
que quedan para hacer los ataúdes de todos los delincuentes que
todavía faltan por nacer.
Más bien, qué dolor que esta dirigencia no haya creado las condiciones
para que los colombianos no tengan que despeñarse en el delito y en el
crimen para sobrevivir. Qué dolor que Colombia no sea capaz de
asegurarle a cada colombiano un lugar en el orden de la civilización,
en la escuela, en el trabajo, en la seguridad social, en la cultura,
en la sana emulación de las ceremonias sociales, en el orgullo de una
tradición y de una memoria. Yo, personalmente, estoy cansado de sentir
que nuestro deber principal es el odio y nuestra fiesta el exterminio.
Construyan una civilización. Denle a cada quien un mínimo de dignidad
y de respeto. Hagan que cada colombiano se sienta orgulloso de ser
quien es, y no esté cargado de frustración y de resentimiento. Y ya
verán si Colombia es tan mala como quieren hacernos creer los que no
ven en la violencia del Estado un recurso extremo y doloroso para
salvar el orden social, sino el único instrumento, década tras década,
y el único remedio posible para los viejos males de la nación.
Este es el enlace, por si acaso quieren replicarlo o conocer la página.
http://yopiensodiferente.com/el-viejo-remedio-por-william-ospina/

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