sábado, 16 de abril de 2011

NUESTRA PALABRA

En una mañana bastante fría, como casi todas las mañanas en la vereda la Aurora, tres personas conversan junto al fuego, para calentarse un poquito. Una olla tiznada está puesta sobre el fogón. La casa es humilde, igual que la familia que la habita. Está hecha de paredes de bahareque y se siente entrar el frío por todas partes porque ya las paredes están quedando sin barro al irse cayendo poco a poco sobre el piso de tierra.
Es la casa de Antonio Quitumbo, un gran luchador de 68 años de edad de la vereda la Aurora, resguardo de Munchique los Tigres, quien nos cuenta que la primera lucha por la liberación de la Madre Tierra en esta comunidad fue en la finca de Ricardo Prieto, viejito y solo, pero con mucha tierra, robada a nuestro abuelos. Desde entonces iniciaron la recuperación pero antes de recuperar, Ricardo Prieto le vendió las tierras a un señor de la vereda El Turco llamado Arturo Medina, quien puso más resistencia pero lograron recuperar la finca.
Era una finca grande con mucha cabuya y la comunidad entraba a cortarla. Tanta que colocaban hasta dos motores para desfibrar la cabuya. En eso llegaba el ejército, cogía a los líderes y se los llevaba para la cárcel. Cuando el ejército se iba la comunidad continuaba trabajando, hasta de noche. No había libertad, por eso las reuniones las hacían lejos de las casas, en las orillas de los riachuelos y en horas de la noche para planear la recuperación de las tierras. La forma de comunicación era a través del tambor, el cuete, el humo, el cacho (cuerno del toro) para que la gente se reuniera. Durante las reuniones nocturnas los perritos se quedaban en la casa. Si un horizonte de perros ladraba lejos del río significaba que había peligro.
Como Antonio, muchos mayores y mayoras lucharon por la recuperación en distintas partes del Cauca. Lucharon y alcanzaron. Recuperaron la tierra pensando no solo en la tierra como tal sino para que desde allí sea liberado todo lo que en ella existe, como el agua, el aire, los espíritus de la misma naturaleza que habitan dentro de ella. Compañeros de viaje. Recuperaron la tierra para sembrar el frijol, la yuca, el plátano, el café… y dar de comer a la familia. Tratar a la tierra como debe ser.
Después de años de recuperar, hacer sus ranchitos, tener sus cultivos ver crecer a sus hijos, hoy, los mayores que nos hicieron saborear la libertad, enfrentan, y con ellos todos y todas, una situación parecida a la de aquellos años pero con nuevos terratenientes.
En aquel tiempo el ejército y la policía atacaban a la comunidad. Una vez, en el año de 1935, había una fiesta en la vereda El Trapiche, Jámbalo, donde estaban organizando la lucha por la tierra a través de las ligas campesinas. Llegó la policía disparando y tiró las canoas de chicha por el suelo. Las mujeres les echaron agua caliente. La policía mató a Lorenzo Quiguanás, líder de aquellos tiempos. Ahora hay ejército, policía, esmad y paramilitares, brazos armados para despojarnos nuevamente de las tierras, y entregarlas a nuevos patrones, terratenientes a escala mundial.
Aunque en últimas no importa si ya no nos sacan del territorio. Si conquistan el territorio de la conciencia vamos a vivir aquí mismo pero nuestro cuerpo, nuestra conciencia y nuestra tierra van a estar al servicio de los nuevos amos del mundo. Don Antonio en su conversación se acordaba de lo que le había dicho su padre cuando él era joven: “más después no serán los terratenientes que estarán por aquí, serán otros y ellos acabarán con todo”.
A pesar de recuperar la tierra hay muchas necesidades todavía. Ahora incluso falta tierra. Y si hay muchas necesidades es porque el indio come y gana con lo que siembra mas no se interesa por cortar la vena de nuestra Madre Tierra. Las empresas no se interesan por cuidarlas sino por chuparle la sangre. No les interesa la tierra, ellos buscan sino engordar sus bolsillos.
La mayoría de las empresas con o sin permiso van entrando a los territorios para hacer la explotación, como pasó en el río Mondomo, jurisdicción de las autoridades de Caldono y autoridades tradicionales de Canoas y Munchique, municipio de Santander de Quilichao, cosa que hizo movilizar el 25 de marzo de 2011 a las comunidades hasta el sitio donde estaban realizando la minería ilegal. Ilegal no tanto en el sentido de que no tengan un papel con sellos, que no lo tienen. Ilegal en el sentido que alteran el equilibrio de la naturaleza y la destruyen.
En otros países ocurre lo mismo: la desapropiación del territorio por las grandes empresas mineras, como sucede con los pueblos indígenas de Guatemala, que sus territorios son crecientemente invadidos por empresas extractivas y megaproyectos de infraestructura.
Mientras salen las gigantescas maquinas mineras del Rio Mondomo, en Cajamarca piden una consulta popular conforme a los artículos 79, 103 y 105 de la Constitución para definir la explotación minera en La Colosa.
“Mi papá tenía razón” nos dijo don Antonio hablando de la minería en el río Mondomo, y de todo lo que viene ocurriendo, “acabarán con todo”.
Entonces nos queda una doble lucha: resistir para que, nuestro cuerpo, nuestra conciencia y nuestra tierra, no sean territorios al servicio de los nuevos patrones del mundo. O sea no entregarnos. Y, al tiempo, juntar las fuerzas, juntar las conciencias y juntar los territorios para ponerlos al servicio de la libertad y de la vida, no como una utopía, sino como una tarea que debemos iniciar desde hoy mismo.
Don Antonio ya no ve porque lo cogió la catarata y lo dejó ciego. Desde hace más de tres años no ve pero, dice, “sueño tener libertad no sólo para la familia sino para todos” y sonríe como con la esperanza que sí se puede lograr. Mientras tanto en la olla tiznada hirvió el agua para el café, poca porque estaban sino él y un hijo. Pero el indígena acostumbra cocinar un poco más por si llega alguna visita.
Tejido de Comunicación y de relaciones externas para la verdad y la vida
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